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30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Entonces Jesús les encargó rigurosamente diciendo:

—Miren que nadie lo sepa.

31 Pero ellos salieron y difundieron su fama por toda aquella tierra.

Jesús sana a un endemoniado mudo

32 Mientras aquellos salían, he aquí le trajeron un hombre mudo endemoniado.

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